Nos cansamos de las luces artificiales, de las cocinas eléctricas y de las vitrinas de la religión.
Entonces nos animamos a buscar a Jesús por donde él se hacía encontrar: en los barrios, las orillas y los caminos.
Y descubrimos que es de noche y que había que buscar el rostro de Dios. No el rostro pintado sobre yesos o tallado en el bronce: su rostro en el rostro de los hermanos y su voz en la voz de la familia de los bautizados.
Así encendimos un fuego 🔥 santo. Y lo lindo del caso es que nos dimos cuenta de que otros también buscan a Dios en lo genuino, en Espíritu y Verdad. Descubrimos que tenemos sed, que buscamos a Dios y que Él se hace encontrar.
Está con nosotros. Nos escucha y bendice. Nos ama.
Este fuego es para todos. Este amor es de Dios. Son los caminos y la verdad del tú y yo en Él. La verdad de la apertura. La verdad de celebrar el amor y la vida de Dios en signos tan simples y poderosos: una llama, una cruz, el Evangelio y el ágape del encuentro.
Un Fogón de Cristo hermoso.
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Un Fogón de Cristo lleno de bendiciones para todas nuestras vidas.
Gracias, Jesús, por estos hermosos corazones.




















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