Muchos cristianos, la mayoría, se quedarán siempre en la esfera imaginaria del mito, de la fábula. Y no está mal que así sea ya que Jesús mismo le habló a la multitud en figuras, mientras que luego le expresaba a sus discípulos sentidos más profundos, menos ingenuos, más simbólicos.
Pero lo que conviene preguntarse, sobre todo a los pastores, es por qué ellos deberían quedarse en la esfera imaginaria del mito.
Muchos pastores de almas arrastran a sus ovejas a la radicalización imaginaria que siempre es agresiva. Así se constituyen los fundamentaliamos y así se desarrollaron las guerras santas.
Algunos han intentado el estudio de la Teología con la finalidad infantil de ratificar su doctrina, su catecismo. Pero la Teología siempre es un camino de maduración y de cuestionamiento de la propia fe.
Fue Gadamer quien dijo que la Hermenéutica es, con mucha seguridad, la posibilidad de que el otro tenga razón. Esta perspectiva me parece muy cristiana y muy humana: salir del 'pólemos' de la pretensión de posesión de la verdad hacia el diálogo con el otro, con lo otro de nuestras certezas, de nuestra narrativa.
Esto, me parece, conviene mucho al pastor que trabaja con un rebaño muy dispuesto al pólemos en el que se concibe a sí mismo como poseedor de la Verdad, dispuesto a polemizar, discutir, apologetizar.
No hablo de subjetivismo. No hablo de relativismo (los cucos del pequeño espadachín fanático) sino del encuentro con el otro y lo otro que desafía mis ilusiones y que reafirma la roca inconmovible de la fe.

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