Vos sos el camino que caminamos. Vos sos la ruta que nos lleva a todos lados. Vos sos el pasaje que nos lleva a todos lados, incluso a los lugares olvidados, donde parece que no hay camino, donde está prohibido pisar, por donde nadie quiere caminar por miedo o asco, ahí, donde una vida te necesita, ahí nos llevás.
Y tu camino no es asfaltado, no es ancho, no es cómodo, está plagado de desafíos.
Tu camino es rico, nos nutre, nos hace cosmopolitas porque somos cielopolitas: nos sentamos en todas las mesas, cantamos todas las canciones, recitamos los poemas, celebramos las fiestas y así santificamos el mundo con tu alegría, misionando tu paternidad que no excluye a nadie.
Jesús, vos sos el camino que caminamos. Que no dejemos de caminarte. Que no nos hagamos llevar en andas. Sacanos también de nuestra parálisis espiritual, de nuestra invalidez: hacenos caminar.
Los caminos de los hombres llevan al vacío. Están bien decorados, poblados, urbanizados, señalizados, asfaltados, normativizados, normalizados... pero son caminos del interés y la conveniencia. Son indiferentes al que cae y la ley es la del más fuerte y la competencia.
Tus caminos no son atractivos y llevan trabajo. No hay taxis ni líneas de colectivos. Están llenos de piedras y de maleza. Hay que llevar machete. No dan ganancia económica. No tienen buena reputación. No son para recibir sino para dar. Están llenos de peligros y de necesidad. No dan fama. No están iluminados sino que nosotros tenemos que llevar tu luz. No están trazados: su ruta la marca el Espíritu Santo. No requieren equipaje.
Por eso nos gusta encontrarnos en tus caminos, encender tu fuego, alimentarnos de tu pan para avanzar en este desierto y llegar a los hambrientos de vos, sanar a los enfermos, encontrar a los perdidos, acompañar a los solitarios...
Vos sos el camino que caminamos. Hacenos caminar. Que no dejemos de caminar. Amén.

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